martes, 9 de enero de 2018

MYSORE

Tras dormir a pierna suelta en el tren nocturno, yo sola en un cómodo y fresquito compartimento (a pesar de haber salido con 1.30h de retraso) llegó a las 7 de la mañana a Mysore, dejo el equipaje en el hotel y me largo a ver cómo despierta la ciudad.


Y ya a la primera veo lo absurdo de intentar generalizar un continente como la India: ciudad monumental de los Maharajas, incomparablemente más limpia, urbanizada y tranquila, aquí no se ven los destrozos provocados por el rapidísimo crecimiento de Bangalore o la pobreza del distrito de Anantapur.





Eso sí, es mucho más turística y empiezan a aparecer los primeros intentos de interesarte en tiendas y servicios... aunque siempre de buen rollo y suelen desistir al segundo intento: para quien ha estado en Egipto y Marruecos eso no es na!

Cómo a mí me gusta, más que los sitios notables me interesan las caminatas entre ellos, así que me pateo 18 kms entre mi hotelito, el Ayuntamiento, colorido Mercado Central, precioso Zoo victoriano (no me gustan los animales cautivos, pero sus instalaciones son de dignas a excelentes, los jardines encantadores y limpisimos gracias a las normas draconianas: requisada y a consigna toda bolsa de plástico, y te hacen pagar 10 rupias y te etiquetan los envases de agua o refrescos, y sólo  te las devuelven al enseñarlos a la salida... y en. fin, disfruto lo mío  viendo al personal local gozando de su ocio)...



El plato fuerte de la ciudad es el espectacular Palacio de los Maharajas; supervistoso, sin duda, aunque cada vez le veo menos la gracia a ver maravillas apretujada e,n un río de turistas: la verdad es que a mí me corta el rollo...





Por la noche, y para terminar de romper tópicos, consigo mi cena india poquito (totalmente sin parece poco menos que imposible) picante. Aleluya!

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