Llego a Georgetown en ferry, tras un cómodo viaje en tren desde KL
Lo primero que se ve desde el mar son sus enormes y numerosos rascacielos: no sólo en el centro moderno, sino también a lo largo de las playas: Benidorm en versión gigante, y abrumado por el comercio: en forma de miles de tiendecitas o de inmensos centros comerciales de puro estilo yanqui; y una se teme lo peor...
Pero en cuanto entro en el centro histórico siento el encanto que ha hecho famosa esta ciudad colonial Patrimonio de la Humanidad de la Unesco: a pesar de los numerosos turistas -casi todos asiáticos- Georgetown rezuma tranquilidad, cordialidad y arte de vivir. Nadie me aborda para ofrecerme nada, pero sí para preguntarme de dónde soy, cómo es que voy sola, si me gusta Malasia....
Las callecitas porticadas de encantadoras casitas de la zona china, el colorido del barrio de Little India y los pocos coches -se ve una apuesta decidida por la bici y el transporte publico en la parte vieja, nuevamente con un bus gratuito que la recorre- la hacen una delicia para pasear. La única pega es el calor del mediodía! Pero con evitarlo ya está solucionado.
En otra entrada aparte comento sus célebres murales: valdría la pena el viaje sólo para verlos.
Tengo la suerte de estar en fin de semana y, como siempre, pateo un monton, más allá de las rutas turísticas. Y disfruto lo mío viendo a la gente disfrutar de su finde, sin occidentales. Ellos se lo pierden! Los famosísimos puestos callejeros de comida, los paseantes y pescadores del Paseo Marítimo (eso si, cortito a causa de los asquerosos hotelazos y resorts que roban la costa sin reparos), mercadillos encantadores, los niños jugando en los parques - por lo visto la ultima moda son las pompas de jabón...
La famosa comida callejera de Malasia: Exquisitos Char Koay Teow y zumo de manzanas rosas por 1 euro y medio...
El casco histórico de Georgetown es uno de los más atractivos que he visto en mis viajes, y lo mismo se puede decir de su gente y su actitud. Gracias Penang!
Lo primero que se ve desde el mar son sus enormes y numerosos rascacielos: no sólo en el centro moderno, sino también a lo largo de las playas: Benidorm en versión gigante, y abrumado por el comercio: en forma de miles de tiendecitas o de inmensos centros comerciales de puro estilo yanqui; y una se teme lo peor...
Pero en cuanto entro en el centro histórico siento el encanto que ha hecho famosa esta ciudad colonial Patrimonio de la Humanidad de la Unesco: a pesar de los numerosos turistas -casi todos asiáticos- Georgetown rezuma tranquilidad, cordialidad y arte de vivir. Nadie me aborda para ofrecerme nada, pero sí para preguntarme de dónde soy, cómo es que voy sola, si me gusta Malasia....
Las callecitas porticadas de encantadoras casitas de la zona china, el colorido del barrio de Little India y los pocos coches -se ve una apuesta decidida por la bici y el transporte publico en la parte vieja, nuevamente con un bus gratuito que la recorre- la hacen una delicia para pasear. La única pega es el calor del mediodía! Pero con evitarlo ya está solucionado.
En otra entrada aparte comento sus célebres murales: valdría la pena el viaje sólo para verlos.
Tengo la suerte de estar en fin de semana y, como siempre, pateo un monton, más allá de las rutas turísticas. Y disfruto lo mío viendo a la gente disfrutar de su finde, sin occidentales. Ellos se lo pierden! Los famosísimos puestos callejeros de comida, los paseantes y pescadores del Paseo Marítimo (eso si, cortito a causa de los asquerosos hotelazos y resorts que roban la costa sin reparos), mercadillos encantadores, los niños jugando en los parques - por lo visto la ultima moda son las pompas de jabón...
Y por fin empiezo a dominar los palillos!
El casco histórico de Georgetown es uno de los más atractivos que he visto en mis viajes, y lo mismo se puede decir de su gente y su actitud. Gracias Penang!
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