jueves, 15 de febrero de 2018

BLUE MOUNTAINS -'KATOOMBA

Al día siguiente, Paul me acompaña a la Estación Central, donde cojo uno de los cómodos trenes de dos pisos, y en dos horas estoy en el pueblo más grande del Parque Nacional de las Blue Mountains, Katoomba.



 Celebrando la belleza de la vida


 Mini biblioteca callejera

Alegre creatividad hasta en las paradas de bus

Gaudí tiene fans en todas partes


Alli, a 1000 metros de altura, paisaje y clima cambian. El sol pega duro de día, pero a la sombra y de noche refresca de verdad. En un fin de semana de verano la zona está llena de visitantes locales y foráneos -aunque nada comparados con nuestra costa o Pirineos-, pero tiene un encanto victoriano y un tranquilo «saber vivir» que invita a relajarse y disfrutar, y eso es lo hago, faltaría más.

El truco consiste en ir a los sitios mas famosos a primera o ultima hora para evitar a los domingueros, y el resto del tiempo ir a los menos conocidos o más trabajosos de llegar: Como en todo el mundo, la gran mayoría del personal llega en coche, se da una vuelta y saca unas fotos, y vuelta al coche. Pues mejor para nosotros los caminadores....




Las Tres Hermanas

Bajando a la primera Hermana: De vértigo!



Aunque creo que no he subido y bajado tantos escalones juntos en toda mi vida: nada de cuestas ni rampas, mejor 900 escalones hasta el valle - y si son cómicamente empinados aún mejor! Aunque la verdad es que, con los enormes desniveles de las mesetas (más que montañas son espectaculares mesetas), en caso de lluvia fuerte los escalones son mucho más seguros.






 Wenworth Falls



Así, he disfrutado de unas cuantas buenas caminatas: La ruta del Principe Henry a lo largo de los acantilados en Katoomba, la vertiginosa bajada a la primera de las Tres Hermanas en Echo Point, la ruta de Darwin y la espeluznante bajada y reventadora subida -a tramos casi  vertical- al pie de la gran cascada en Wenworth Falls...










Pero también han habido momentazos urbanos: Un concierto en el parque de la Coral de Ukeleles de las Blue Mountains; bailando con un pequeñajo al son del trío de jazz de su abuelo, con acompañaminto de tormenton veraniego con gran lujo de truenos y relámpagos; escuchando y viendo las historias de creación de los animales en sus respectivas danzas, explicadas por los aborigenes del centro cultural Waradah...

 Después de una buena caminata se agradece que el vecindario tenga árboles tan enormes en sus jardines que dan sombra a toda la acera


Monumento a quienes hicieron posible la primera carretera que abrió el camino a las Blue Mountains: los ingenieros que la planificaron, los aborigenes a los que expulsaron para hacerle sitio, y los convictos que murieron construyendola.



La coral de ukeleles de las Blue Mountains

Colorido dragon australiano

Narrador del Centro cultural aborigen Waradah

Todo ello, alternado con largos periodos de «dolce far niente» en casa de Matt, donde he descansado de los intensos días de Cairns; hay que dosificar fuerzas, aún quedan más de tres meses de viaje!

Y tras esta combinación de ejercicio y relax regreso a Sidney para volar a la siguiente etapa: Nueva Zelanda la bella.

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